Dirección General de cangilones

Dirección General de Gangilones

«El agua que sacaban los cangilones, los mismico que los euros que llegan a la cortijá murciana, se van por una misma boquera»

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Es probable que, teléfono en mano, nuestro relevo generacional cuyos terminales son un teléfono móvil, busquen lo que significa la palabra cangilón, que lo más probable derive del griego kantharos, aunque todos ya sabemos que aquí todo deriva del latín, que, por el momento, un dialecto italiano tan sonseras, por mucho que se apretó y se aprieta para que sea la lengua oficial de la Unión Europea, por el momento no lo han logrado desde el país que más oro enrobinado tiene guardado en sus misteriosos bajos subterráneos.

Y un servidor echa de menos la existencia de una dirección general de cangilones, porque el recipiente que cumple la mismica faena que los políticos cortijeros, escogidos con pinzas que, al tranco lerdo de la involución, hacen su trabajo como lo hacen, o hacían, los cangilones: dar vueltas, sacar agua, mojarse en cada agua que sacaban, al tiempo que esparramaban casi la mitad.

El agua que sacaban los cangilones, los mismico que los euros que llegan a la cortijá murciana, se van por una misma boquera; pero con un recorrido más corto, y mojando y empapando siempre lo mismo porque la llantera cortijera murciana de que nos discriminan la llevo escuchando desde los tiempos del pan con aceite y azúcar para merendar.

Si allá por el año de 1.031, el poderoso Califato de Córdoba se fue abajo como consecuencia de las Taifas, que para lo único que sirvieron fue para cogiéndolas como ejemplo años más tarde, en 1.833, el llamado Javier de Burgos, que paradójicamente no era de Burgos sino de Motril, hilvanó pero no cosió las diferencias entre churras y merinas en una España hecha de retales geográficos diferentes; y todo aquello que se quiere mantener artificialmente, aunque tenga conservantes, al final se echa a perder.

En Valencia, por desgracia, estamos viendo y sufriendo lo caro que salen hasta sentimentalmente las Comunidades, las cuales se puede clasificar como corrales cada uno con sus gallo o gallos correspondientes, que se piquen entre ellos. Y como todas las frases hechas no son corolarios positivos y demostrativos, entre el dicho de que es bueno aproximar el poder a las gentes, cuando el poder debe de emanar de la gente, y que no se lo traiga cerca ninguna multinacional salvadora de nuestra existencia, en la unión radica la fuerza, que es algo muchísimo más resistente que en la división en “peazos”, que nada tienen que ver, por cierto, con un alivio grande de gases.

Aquellos que en la ocasión de las Comunidades, leyeran algún renglón de servidor respecto a mi disconformidad con las Comunidades, con las que todos los políticos estuvieron de acuerdo, existen formas identificadoras de los localismos, sin necesidad de fronteras, y mucho menos que en un país, España, vamos camino de la que ya conocieron nuestros mayores, cuando tenían los justicias que dejar sus varas en el suelo cuando pasaban de un reino a otro dentro de esta España cañí, llena de politólogos que, por cierto, no saben hacer una raíz cuadrada ni dividir por decimales, pero en vivir a lo cangilón, son unos maestros.

Salud y Felicidad sin Otan. Juan Eladio Palmis.

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