El eterno milagro de la deuda murciana

El eterno milagro de la deuda murciana
El eterno milagro de la deuda murciana

«La Región lidera el ranking de deuda pública y recortes sociales, mientras su gobierno presume de bajadas fiscales y culpa de todo a Pedro Sánchez»

Si hay algo que distingue a la Región de Murcia es su inagotable capacidad para escribir capítulos insólitos en el libro de la gestión pública autonómica. Cada año, los responsables políticos de San Esteban se superan. Pero este 2025, de la mano de Fernando López Miras y su incombustible equipo del PP, han dado un paso más allá: la Región se cuelga, orgullosa, la medalla de oro en la carrera hacia la deuda infinita, esa modalidad de atletismo fiscal que ya debería figurar en los Juegos Olímpicos del absurdo.

El truco es tan viejo como eficaz: mientras la propaganda del Gobierno regional celebra rebajas fiscales históricas y lanza guiños a los más privilegiados, el Ejecutivo autonómico se marca una licitación de 900 millones de euros en pólizas de crédito. ¿La magia? Esos préstamos a corto plazo no figuran en la contabilidad oficial como deuda viva.

Y así, con la cara muy dura y el Excel aún más flexible, la deuda reconocida de la Región de Murcia se sitúa en 13.518 millones de euros al cierre de 2024 —un 31,5% del PIB regional, récord absoluto— pero la factura real ronda ya los 14.400 millones si sumamos la póliza mágica. ¿Preocupados? No, hombre. Que aquí todo lo tapa la carta comodín de la “infrafinanciación”.

Sí, porque en la Región de Murcia la palabra “infrafinanciación” se ha convertido en el mantra que lo explica y lo disculpa todo. ¿La caja no da para más? Infrafinanciación. ¿Hay que cerrar camas hospitalarias, recortar en educación o posponer la reforma del transporte público? Infrafinanciación. ¿Acabamos de regalar otro paquete fiscal a rentas altas y el agujero presupuestario se agranda? Pues también, infrafinanciación. Es el remedio universal de los gobernantes populares murcianos, esa muletilla mágica con la que se hace desaparecer cualquier responsabilidad propia, aunque la realidad sea bien distinta.

Bajo ese disfraz de reivindicación legítima se esconde una gestión temeraria. El Gobierno regional, en una huida hacia adelante que roza el esperpento, presume de haber dejado de ingresar 1.400 millones de euros en los últimos siete años gracias a las rebajas fiscales —un regalo tributario a quienes menos lo necesitan, que el resto paga con intereses—. ¿Qué ocurre después? Pues que el presupuesto ya no llega ni para lo básico.

La administración autonómica se ve obligada a buscar parches, y lo hace a golpe de préstamos exprés y líneas de crédito con la banca. Por cierto, la última jugada bancaria costará 63 millones de euros en intereses hasta 2029. Pero, tranquilos, no pasa nada: oficialmente no computa como deuda. Es sólo una ronda extra en el juego de la patata caliente financiera.

Y mientras, los servicios públicos languidecen. La Región de Murcia está ya en la cola en inversión por habitante en sanidad y educación. Las listas de espera en los hospitales crecen sin freno: más de 157.000 murcianos atrapados en consultas, pruebas o cirugías que nunca llegan, y 24.000 ni siquiera tienen fecha prevista. En las aulas, los profesores se asoman a ratios imposibles —33 alumnos por clase en Secundaria, hasta 39 en Bachillerato—, pero cuando protestan se les despacha con promesas de algún rescate milagroso que nunca llega. El transporte público, por su parte, se queda en anécdota: la mayoría ni se sube ya al autobús porque las líneas desaparecen más rápido que el dinero público.

En medio de este panorama desolador, el discurso del PP regional es de una coherencia digna de premio: cuando falta dinero, se bajan más los impuestos; cuando la caja se vacía, se firman pólizas millonarias; cuando la deuda asusta, se la esconde bajo la alfombra de los préstamos a corto plazo; y si alguien osa preguntar por qué los hospitales y colegios públicos se caen a pedazos, la culpa es, cómo no, de Pedro Sánchez, del Estado central, del modelo de financiación o del universo entero salvo de la propia gestión.

Y así nos va. La Región de Murcia bate récords de deuda, multiplica su factura bancaria y se instala en una política de parches y excusas, de propaganda y victimismo. La “infrafinanciación” es ya el chiste recurrente, la cortina de humo para tapar lo evidente: una gestión que ha convertido a la Región de Murcia en campeona nacional del endeudamiento sin freno y de los servicios públicos de saldo.

Porque aquí lo que importa no es si la ciudadanía tiene un médico o un profesor menos, sino si la próxima rueda de prensa permite volver a culpar a otro. No se trata de sostener el Estado del Bienestar, sino de mantener la ficción de que se puede gobernar con menos ingresos, más deuda y ninguna consecuencia. Todo sea por la fiesta infinita de la deuda, el milagro murciano que sólo funciona mientras el banquero de turno siga firmando las pólizas.

Y al final, ¿qué queda? Queda el ciudadano, ese murciano medio que ve cómo crecen sus colas de espera, se encoge el aula de su hijo y le suben los intereses, mientras la clase política local le cuenta que todo es culpa de Pedro Sánchez y que, con otra bajadita de impuestos, seguro que todo irá mejor. El milagro murciano, ese sí, es infinito: siempre cabe una excusa más para justificar la ruina.

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