«El 73,5% de los presupuestos regionales lo aporta el Gobierno de España a través de las entregas a cuenta que este año han ascendido a 4.943 millones de euros«
Quédense con la cifra. Debería grabarse a fuego en la memoria colectiva de la Región de Murcia: 4.943 millones de euros procedentes del Gobierno central. Los mismos millones que sostienen las cuentas autonómicas de 2025, lo que supone un incremento del 9,7% respecto al año anterior y la mayor financiación de la historia para esta comunidad. En otras palabras, casi tres de cada cuatro euros del presupuesto regional provienen directamente de las arcas del Estado.
Este récord, lejos de ser reconocido por el Gobierno de López Miras, queda sepultado bajo su narrativa victimista. El Ejecutivo regional del PP lleva años denunciando un supuesto “maltrato” financiero, clamando que Murcia es la comunidad peor financiada de España. Paradójicamente, bajo los gobiernos de Pedro Sánchez la Región ha recibido un 49% más de recursos que en la etapa de Mariano Rajoy. Hablar de maltrato con estas cifras es, cuanto menos, un ejercicio de incoherencia política.
El consejero de Hacienda murciano insiste en culpar a un sistema de financiación “obsoleto e injusto” y asegura que Murcia recibe 1.015 euros menos por habitante que la comunidad mejor financiada. Pero esta queja perenne suena a excusa de trilero: distrae la atención del hecho de que, pese a las carencias del modelo, Murcia nunca había dispuesto de tanto dinero como ahora. Los lamentos por la “infrafinanciación” se contradicen con la realidad de unas entregas a cuenta históricas, desbloqueadas por Madrid incluso con presupuestos centrales prorrogados. En lugar de admitir que ese balón de oxígeno llega gracias al Gobierno de España, el Ejecutivo de López Miras prefiere presentarlo como un derecho natural, e incluso un agravio insuficiente. Que la Región “no es la peor tratada, sino la peor gestionada” sería un titular bastante más acertado.
El presupuesto “social” que oculta la factura de la deuda
El Gobierno regional ha publicitado estas cuentas como las más “sociales” de la historia. Presumen de que ocho de cada diez euros se destinan a sanidad, educación y políticas sociales. Sobre el papel, 5.408 millones irán al llamado Estado del Bienestar, con 2.479 millones para Salud, 2.050 para Educación y casi 600 para políticas sociales. Incluso anuncian con fanfarria 281 millones para empleo y vivienda, un 15% más que el año anterior.
Sin embargo, bajo estos fuegos de artificio presupuestarios se esconde una losa cada vez más pesada: la deuda pública regional y sus intereses. La Comunidad Autónoma deberá desembolsar más de 250 millones de euros solo en 2025 para cubrir los intereses de su abultada deuda. Dicho de otra manera, pagar a los bancos costará prácticamente lo mismo que todo el presupuesto de empleo y vivienda juntos. Este dato habla por sí solo. Mientras López Miras y sus socios proclaman unas cuentas “sociales”, desvían casi un euro de cada cuatro que reciben del Estado para servir la deuda acumulada por su gestión.
Los intereses crecerán un 27% respecto al año pasado, superando los 253 millones, según datos oficiales: la cifra más alta jamás pagada por Murcia en este concepto. Cada euro dedicado a intereses es un euro menos para hospitales, colegios o ayudas a las familias, por mucho que intenten disfrazarlo.
La retórica triunfalista oculta además que el déficit regional sigue descontrolado. 2023 cerró con más de 900 millones de euros de déficit (2,25% del PIB murciano), y 2024 va por el mismo camino. La deuda pública no deja de crecer. Solo en 2020 y 2021 aumentó en 1.397 millones de euros. Aun así, el presupuesto de 2025 se presenta como si nada: inflado, irreal, incapaz de frenar el deterioro de los servicios públicos y comprometiendo el futuro de la Región. Es el gran truco de trilero: se anuncia el presupuesto “más alto de la historia” mientras se esconde la bolita de la deuda debajo del cubilete. Tarde o temprano, esa bolita aparecerá, y serán los murcianos quienes paguen el precio del engaño.
Promesas incumplidas: el fantasma de la baja ejecución
Otro de los desequilibrios flagrantes de estas cuentas es que nacen, literalmente, con vocación de incumplirse. El Gobierno regional del PP nos tiene acostumbrados a presupuestos que jamás se ejecutan en su totalidad. En 2020 solo materializó el 43% de las inversiones previstas, y en 2021 apenas el 52%, dejando 227 millones de euros sin ejecutar que habían sido anunciados a bombo y platillo.
Incluso en el ejercicio 2024, según datos de la propia Comunidad, menos de la mitad de la inversión (capítulo 6) llegó a ejecutarse. Más de la mitad de las inversiones prometidas nunca se cumplen, quedando los proyectos en el limbo mientras las necesidades reales siguen sin atenderse.
Cada año se repite la función: se monta el gran circo presupuestario con fotos, titulares y promesas, y al final queda un descampado vacío. Los consejeros anuncian obras que luego no realizan, desvían gran parte del dinero a otros fines y presentan unas cuentas de ficción que el Tribunal de Cuentas se encarga de desmontar posteriormente. Informes sucesivos han revelado desvíos y artificios contables constantes. Por ejemplo, el Gobierno regional suele presumir de “remanentes positivos” o superávit, pero año tras año la realidad les desmiente, porque ocultan pérdidas multimillonarias del Servicio Murciano de Salud que luego afloran en la liquidación. Así, maquillan el presupuesto infradotando deliberadamente partidas esenciales (como la sanidad, a la que presupuestan 600 millones menos de lo que realmente gastan), para después cubrir el agujero con endeudamiento adicional.
Estas maniobras de trilero presupuestario no engañan a nadie: ni a los auditores, ni mucho menos a una ciudadanía que sufre las consecuencias en forma de recortes encubiertos y servicios colapsados.
Vivienda, educación, igualdad, juventud y medio ambiente: las grandes ausentes
Si algo evidencia la realidad tras la propaganda, es el análisis de las áreas clave que siguen desatendidas en este presupuesto 2025. A pesar de los discursos triunfales, no se vislumbran mejoras reales en servicios públicos esenciales ni en las políticas de futuro. ¿Dónde están las partidas efectivas para reducir las interminables listas de espera en la sanidad murciana? Siguen brillando por su ausencia. Miles de pacientes continúan esperando cirugías o atención en dependencia mientras el gobierno regional mira hacia otro lado.
En educación, los problemas de siempre permanecen sin solución: el próximo curso seguirá habiendo aulas en barracones y colegios asfixiados por el calor. Las familias murcianas no ven reflejado en el día a día ese supuesto maná presupuestario del que presume López Miras.
En vivienda, la situación no es mejor. Anuncian inversiones, sí, pero luego no se ejecutan o resultan insignificantes frente a la magnitud del problema. La Región sufre una de las tasas de emancipación juvenil más bajas y unos precios de acceso a la vivienda que expulsan a los jóvenes del mercado. No hay un plan ambicioso de vivienda pública ni ayudas suficientes para revertir esta realidad. Y, dado el historial de ejecución, es legítimo temer que gran parte de esos fondos jamás se traduzcan en hechos.
La juventud murciana sigue esperando políticas que frenen su precariedad. La tasa de paro juvenil ronda el 25-26%. Este presupuesto no aporta soluciones transformadoras para ellos. La fuga de talento continúa mientras la Administración regional permanece impasible, enfrascada en sus batallas políticas estériles.
En materia de igualdad y derechos sociales, las contradicciones del pacto PP-Vox se hacen evidentes. Estas cuentas autonómicas parecen escritas con la tijera ideológica en la mano. No contemplan políticas específicas para colectivos vulnerables ni para la igualdad de género. Las partidas para combatir la violencia machista o la brecha salarial son testimoniales o inexistentes, cediendo ante la obsesión negacionista de la ultraderecha. Tampoco hay ni rastro de iniciativas para el colectivo LGTBI.
Y el Mar Menor, joya natural de la Región, sigue sin protección real en estos presupuestos. No se destinan recursos suficientes para su recuperación ni para afrontar la emergencia climática. Tampoco se vislumbran planes serios de transición ecológica o mitigación de sequías. Ni vivienda, ni educación, ni igualdad, ni juventud, ni medio ambiente reciben el impulso transformador que cabría esperar.
El trilero ya no engaña a nadie
Lo que más irrita no es solo la mentira presupuestaria, sino la arrogancia con la que se repite. Nos anuncian el presupuesto “más social de la historia” mientras recortan, mientras ocultan, mientras endeudan. Nos venden eficiencia cuando la ejecución es mediocre. Nos hablan de libertad mientras entregan la política a quienes desprecian derechos. Todo se sostiene en un relato tan ensayado como falso. Y detrás, los números: fríos, duros, implacables.
He titulado esta columna El trilero mayor del reino porque no se me ocurre mejor metáfora para definir lo que hace López Miras con el dinero público. El cubilete gira, gira, y al final, nunca está donde dijo. Bajo uno promete sanidad, bajo otro esconde la deuda, bajo el tercero deja sin gastar lo que había prometido para vivienda o educación. La jugada es vieja, pero eficaz: no se gobierna, se representa. El presupuesto no es una herramienta, es un decorado.
Pero el juego se agota. Porque mientras ellos mueven las manos, la ciudadanía ya está mirando directamente la mesa. La gente no quiere más titulares inflados, quiere médicos en su centro de salud, maestros en sus aulas, vivienda accesible, aire respirable, agua garantizada. Lo demás —ruido, relato, propaganda— hace tiempo que dejó de servir.
Y aunque el Gobierno de la Región intente esconderlo, hay una verdad que atraviesa todos los cubiletes: Murcia no está mal financiada, está mal gobernada. Lo demás, trilero incluido, es solo teatro.
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