Antonio Perán Elvira (Lorca, Murcia. 1954) es uno de los poetas más reconocidos del momento. Los lectores evocan su idiosincrasia literaria por la sonoridad de la rima y por una temática cercana, sin desvaríos
Podría decirse que la obra de Perán Elvira es, a todas luces, una literatura de calidad que se construye bajo la premisa del respeto al lector y una lograda operatividad de lo narrativo (en el verso).
Un poliedro curvilíneo (Los cantares de un cantar) acaba de llegar a las librerías de toda España de la mano de la editorial madrileña Cuadernos del Laberinto. Se trata del quinto poemario de Antonio Perán Elvira, donde el eje central es la mujer. Contiene este libro a todas las mujeres en una: la serena, la amorosa, la acogedora, la sensual, la ordenada, la hacendosa, la fragante, la activa, la femenina, la valiente, la abnegada, la soñadora, la sincera, la madura, la sencilla, la risueña y la desprendida… Todas reunidas en la mujer preferida, en la mujer universal.
Críticos y autores de primera fila ya han alabado este poemario, como es el caso de Toti Martínez de Lezea: “Un poliedro curvilíneo, de Antonio Perán Elvira, es un hermoso homenaje a la mujer, canto, deseo, placer para quienes aman, recuerdan que amaron o, simplemente, sueñan”; o Manuel Ferrero López del Moral que ha comentado al respecto: “Cuando se acerque el lector a estos versos encontrará al rey Salomón convertido en paisano sencillo, uno cualquiera, lleno de luces y sombras, prendado de la belleza de la mujer sin pedestales. Esa compañera que tiene tanto de divinidad cuanto de animalidad cotidiana, hermosa y dispuesta a remangarse para entregarse en el momento menos esperado.”
Sin duda, una obra que se queda dentro del alma del lector, un rasgo que de una u otra manera siempre debería tener la buena literatura.
Otro aspecto que hace del libro un regalo único es la magnífica idea de que incluye un audio libro con todo los poemas recitados por un actor profesional, que lo dota de una fluidez y entonación perfectas.
Autor de dos libros sobre dominó, Una partida de dominó y Escuela de dominó, Perán obtuvo recientemente una mención de honor en el Concurso Internacional Puente de Palabras y ha sido premiado con el Tiflos de Poesía, convocado por la ONCE; y el El Arka de Colombia. Además de este Poliedro curvilíneo, ha publicado los poemarios, Diálogos con mi perro Sancho, En la Mansión de los Céfiros, Vía crucis y Discurso de Blanda y Firme.
—¿Qué ingredientes dan vida a Un poliedro curvilíneo (Los cantares de un cantar)?
—El germen de este libro fue un reto. Soy una persona que, salvo excepciones, escribe poesía de corte clásico, y no porque tenga nada en contra de otro tipo de forma poética, sino porque es lo que siempre he hecho, con lo que me siento más cómodo y en lo que el lenguaje poético (imprescindible para hacer poesía) me llega de una forma más natural. Cuando empecé a pensar en las características que debía tener mi quinto libro de poesía, decidí abandonar en parte el corte clásico, e intentar la aventura de hacer poesía fuera de él. Y digo «en parte», porque, de los ochenta números que tiene el libro, veinte son poemas de catorce versos endecasílabos, a los que llamo «Sonetos birrimos», porque están compuestos de tres cuartetos y medio con rima consonante. Me interesa destacar eso que digo que «llamo», porque soy consciente de que no son sonetos en sentido estricto, y no quiero utilizar el nombre de Dios en vano; o, por lo menos, advertirlo si lo hago. Pues bien, si restamos esos veinte números de los ochenta que contiene el libro, hay sesenta números en los que nos podemos encontrar de todo y, desde luego, poemas a los que no se les ve el corte clásico por ninguna parte. Otra de las características del libro es el poema corto, que, si bien no calificaría de reto que me planteara para hacer el libro, sí que es cierto que, con carácter general y, hasta entonces, mis poemas habían tenido mayor número de versos.
—¿Qué encuentra el lector en sus versos?
—Lo que he pretendido es que encuentre poesía: lo que entiendo que siempre fue poesía y lo que siempre será poesía.
Es muy probable que esa forma mía de entender las cosas no sea compartida por muchos, pero eso es algo contra lo que no puedo hacer nada. Lo triste de esto es que nos podría llevar a concebir la poesía como una simple opinión del lector, ante cuyo gusto se inclinará el autor para servirle. Otra cosa que nos podríamos plantear es hasta qué punto la opinión del lector ha sido condicionada por aquellos escritores, que han hecho de la poesía un menú gastronómico.
En cuanto al contenido del libro, el lector se va a encontrar una trama poética que a muchos atrapará y que muchos otros considerarán fuera del estado actual de cosas. Imagínense que hablamos de una mujer universal, llamada así porque concentra todas las perfecciones, de la que contamos solo algunas de ellas, y a la que pedimos perdón por hacerlo. Está claro que lo que se cuenta no resolverá las dudas metódicas de nadie sobre nada, pero es posible que algún lector se sienta transportado al leerlo.
—¿Cómo ha sido el proceso de creación de este poemario y cómo sintió que tenía que ver la luz?
—Todo libro comienza con una idea inicial que el autor tiene que analizar y decidir si es lo suficientemente buena como para insistir en ella hasta convertirla en un libro. Si lo consigue, lo normal es que el libro vea la luz, incluso procediendo de autores que no viven económicamente de la escritura de libros. Aprovecho la pregunta para decir que todos mis libros han sido lo que podríamos llamar «libros temáticos», o sea, libros que giran en torno a un tema que les da unidad interna. Es otra cosa con la que me siento cómodo, porque me ayuda a ordenarme y disciplinarme, y puedo asegurar que esta característica continuará en mis próximos libros.
—Es evidente que el subtítulo es una referencia al Cantar de los cantares, de Salomón. ¿Cuál es el punto de unión entre ambos libros?
—Sin ninguna duda ese punto de unión es la relación amorosa entre hombre y mujer, sin dejar de lado el erotismo. El Cantar de los cantares está considerado como uno de los primeros libros eróticos de la historia (si no el primero) y Un poliedro curvilíneo lo toma como base y referencia para su propia forma de expresión. En ambos libros y con carácter general, el erotismo se manifiesta como algo implícito, invitando al lector a que lo descubra en los casos en que aparece. Por supuesto, en ninguno de los dos libros cabe la expresión fuera de tono o la grosería, porque para mí eso es algo antipoético.
—¿Qué le ofrece la poesía en comparación con la narrativa?
—Aparte de que nadie sirve para todo, si pudiese elegir entre hacer poesía o narrativa no poética, porque ambas cosas se me diesen igualmente bien, elegiría la poesía, ya que creo que es menos esclava que la narrativa.
Suelo decir que la poesía se escribe renglón a renglón, mientras que la novela (por ejemplo) se escribe página a página. Y no es una cuestión de comodidad o de alergia al trabajo, sino algo puramente práctico. Por ejemplo, uno puede estar paseando y componiendo un poema, mientras que hacer eso mismo de un capítulo de una novela es muy difícil, a no ser que se tenga una memoria excepcional.
—¿Pessoa decía que «la vida no basta y, por eso, existe la literatura». ¿Cuáles son los motivos por lo que siente usted esa necesidad de escribir?
—Esta es una pregunta que seguramente ya se hizo el primer escritor de la historia, y que se viene repitiendo escritor a escritor hasta hoy, sin que creo que ninguno se haya convencido del todo al contestarse. ¿Por qué escribimos? Pues unos lo hacen para enseñar, por lo que todos aquellos que no tengan autoridad para hacerlo debieran abstenerse; pero ¿hay alguien que crea que no tenga autoridad para enseñar algo? Otros lo hacen para entretener o divertir, y si no lo consiguen debieran abstenerse; pero ¿hay alguien que reconozca que las escasas ventas de sus libros no se deben a falta de promoción o a no ser escritores acreditados? Otros escriben para contarnos su vida, porque entienden que su vida es la más interesante de todas, y si a los demás no se lo parece es porque no tienen suficiente información o sensibilidad. Otros escriben porque no tienen otra cosa mejor que hacer; otros escriben simplemente por aburrimiento… A mí me puede parecer legítima cualquiera que sea la razón que nos lleve a escribir, siempre y cuando, aportemos algo al hacerlo. Soy consciente de lo difícil que es esto que digo, después de los 130 millones de libros que se han publicado en la Historia, según Google, pero, si tenemos alguna duda al respecto, deberíamos intentar despejarla, y si después de hacerlo seguimos teniéndola, deberíamos pensar que hay un sinfín de actividades que nos están esperando con los cupos abiertos.
Hay una frase que se atribuye a Rainer María Rilke, y cuya textualidad no tengo a mano, pero que venía a decir que «aquel que sea capaz de dejar de escribir, que lo haga». Me imagino que lo que quería significar es que el verdadero escritor no puede dejar de escribir. Y yo pregunto ahora: ¿hay alguien que escriba que crea que no es buen escritor?
—Es usted un firme defensor de la métrica, la rima y el lenguaje poético. ¿No habría poesía sin estos elementos?
—Bueno, creo que no soy exactamente eso, y la prueba está en Un poliedro curvilíneo. Más que partidario de la métrica, la rima y el lenguaje poético, soy un acérrimo contrario del linchamiento público al que se le está sometiendo desde hace algún tiempo, sobre todo a los dos primeros. Por supuesto que sin lenguaje poético no hay poesía, pero no se puede decir lo mismo de la métrica o de la rima, o incluso del ritmo. Sin lenguaje poético el poema queda reducido a simple relato, relatillo, microrrelato o ni siquiera eso.
A mí no me cabe ninguna duda de que, utilizados con criterio, la rima, la métrica y el ritmo embellecen el poema, al igual que que los colores, las medidas y las proporciones embellecen una pintura; o de que los timbres, los tiempos y los ritmos embellecen una pieza musical, pero tenemos que procurar que la composición no quede reducida simplemente a eso, para evitar el efecto del oropel; es decir, todo eso tiene que estar regido, como digo, por un criterio y al servicio de un fin. Suelo poner un ejemplo, que creo que es muy ilustrativo: imaginémonos que engalanamos un maniquí de tal manera que parezca una persona hermosísima; pues eso sería un poema que solo pudiera ofrecer como méritos la rima, la métrica y el ritmo. Imaginémonos ahora que a ese maniquí le quitamos la ropa y adornos y nos quedamos con un simple muñeco desprovisto de toda forma y atributos humanos; pues eso sería un poema sin lenguaje poético, es decir, un no poema que podría tener incluso méritos indudables en otros géneros literarios. ¿Con qué caso nos quedamos de los dos? Está claro que lo importante es, vestida o no, la persona, y cuanto más hermosa mejor, esto es, el poema. Y sinceramente pienso que Un poliedro curvilíneo está plagado de personas desnudas de las que pueden exhibir su desnudez, aunque también de las otras.
—Perdió la vista a los ocho años por la meningitis. ¿Esta falta de visión le ha dotado de un mayor sentido de la musicalidad en la escritura?
—La falta de visión exactamente no, porque hay muchos ciegos que no escriben poesía o, si lo hacen, prefieren otras formas a las que yo prefiero, pero sí la música propiamente dicha, ya que sin duda estoy influido por los conocimientos musicales que tengo; de hecho, no concibo la poesía sin ritmo o, como digo, que no pueda cantarse. Pero eso no deja de ser una deformación profesional mía y como tal la asumo; creo en la poesía en prosa, por supuesto, pero estoy convencido de que solo un pequeño porcentaje de los que la practican hacen verdadera poesía, según mi criterio; los demás hacen apenas relatos, como decía más arriba. Recuerdo, al respecto, una pregunta que le hicieron a una reputada poeta en un medio de difusión: le preguntaban que en la poesía en prosa como se sabía si era poesía o no; ella contestó que el poeta sí que lo sabía. Y sobre ello hay que preguntarse: ¿cuántos no poetas están decidiendo en la actualidad sobre poesía?
—Usted fue el Secretario General de la ONCE, puesto que nunca había sido ocupado por una persona ciega. ¿Cómo fue esta experiencia y qué significó?
—Efectivamente, fui nombrado Secretario General de la ONCE en 1983, cuando tenía 29 años recién cumplidos. Simplemente, la época ya fue apasionante porque fue la de los inicios de la incorporación de la ONCE a la democracia, y un proceso de democratización solo se puede entender y valorar si se ha vivido; de poco sirven para eso las hemerotecas o los libros de historia. En cuanto a mi nombramiento como Secretario General de la ONCE, y por aquello de ser el primer ciego en el cargo, es algo que me llenó de satisfacción entonces, por supuesto, y algo que sigo exhibiendo con orgullo aún hoy, pero reconozco que la cosa no tiene más importancia que la de haber abierto caminos a otros ciegos que ocuparon el cargo después.
—Un poliedro curvilíneo es un canto a la mujer, a veinte facetas que le conquistan, es un homenaje a la mujer universal; como decía Rubén Darío: “Ámame así, fatal cosmopolita, / universal, inmensa, única, sola / y todas; misteriosa y erudita: / ámame mar y nube, espuma y ola.”
—Una vez más se pone de manifiesto eso de que «no hay nada nuevo bajo el sol», y en literatura tampoco. Por eso digo que el que escribe tiene que ser capaz de aportar algo con lo que escribe y, si no, mejor dejarlo.
—Y como dice Enrique Gracia Trinidad en la cubierta de su poemario: “En estas páginas respira el amor total”.
—Muchas gracias a Enrique por sus palabras. Uno puede creer que está bien lo que hace, pero sirve para poco si no está respaldado por el criterio de gente con autoridad como Enrique Gracia Trinidad.
—¿Es Un poliedro curvilíneo un homenaje a su esposa Paqui?
—Poco homenaje sería para mi mujer un libro. Llevamos tantos años juntos que a veces dudo de que antes de ella hubiera vida. Siendo así, es fácil entender que todo lo que hago esté comprendido en el campo de su ojo bíblico. Ella va conociendo mis libros según se van haciendo, me va sugiriendo cosas y al final son también algo suyos.
—¿Qué poetas han influido más en su obra? Recomiéndenos un par de libros fundamentales.
—Soy bastante poco original en esto, como en tantas cosas. Lo primero que aclararía es que soy más de poemas que de poetas o libros, porque, por el programa que llevo en EiberoAmerica.com, desde hace once años, la experiencia me ha demostrado que cualquier buen poeta es capaz de hacer un gran poema, pero, si he de quedarme con un poeta, me quedo con Federico García Lorca, y con el Romancero gitano, como libro. Me encanta también el Antonio Machado de los primeros años, por lo que apuntemos los Campos de Castilla, como sugerencia de libro. Como curiosidad puedo contar que, cuando tenía apenas diez años, gané un concurso de redacción sobre el libro Azul, de Rubén Darío, por lo que añadámoslos también, aunque participo poco del exotismo del poeta nicaragüense.
—¿Cómo ve el mundo de la cultura en la España de hoy en día?
—En el mundo de la cultura ha habido siempre y sobre todo dos sectores claramente diferenciados, que, si no contrapuestos, sí poco avenidos casi siempre, y diría que cada vez más, por la evolución social que es cada vez más rápida. Está de una parte el sector culto, que, pese a ser minoritario, es el que de alguna manera establece las bases sobre las que se asienta la cultura con cierta dosis de unanimidad, y está el sector popular, caracterizado por su dispersión, que es sencillamente el que consume lo que le gusta, con independencia de las directrices que establezca el primero. Situándome en el segundo sector, estoy convencido de que la cultura se dirigirá cada vez más a entretener, porque cada vez más habrá más gente que necesite de entretenimiento.
Hablaba antes de evolución social y eso me lleva a decir que la cultura deberá evolucionar en paralelo con esa evolución social, y desde mi punto de vista no habrá evolución si no reúne tres requisitos: que signifique cambio, que ese cambio no sea impuesto y que lo sea para mejor. Si esos requisitos no se dan, estaremos hablando de otra cosa, pero no de evolución, y esa otra cosa puede tener nombres que casen mal con conceptos como el de la libertad, el de la igualdad, el del respeto a las minorías, etc., etc., etc.
—¿Cómo definiría en cinco palabras su estilo poético?
—Sinceramente, creo que en mis libros ha habido un poco de todo. Sin embargo, es posible que tienda a la poesía narrativa. Por otra parte, creo que trabajo mucho el concepto, por lo que el sentido de lo que se quiere decir no siempre aparece de una forma manifiesta. No me arrepiento de ello, desde luego, porque creo que para la explicitud existen otros géneros literarios. Por otra parte, utilizo el castellano en su más amplio sentido, orillando a veces la corrección del mismo, y buscando siempre que la poesía se sienta más que se entienda, como creo que debe ser. Así pues, digamos que mi poesía es narrativa, conceptual, analítica, profunda e intimista.
1
Para lograrte,
sé que he de conocerte y distinguirte…;
he de quererte,
después de conseguirte y conservarte…;
he de elegirte,
sabiendo que encontrarte es no tenerte,
porque te muestras múltiple
y al dibujarte esquiva.
30
Y es que ella…, es así:
presurosa de fuegos de día,
pero dada a remansos nocturnos,
por decir que se queda con algo…;
contadora de cuentos por orden…,
tan feliz en los metros, que sabe
lo que mide la causa ganada
y el dolor que se pierde en saberlo…
Y es que ella con duda no vive
de ninguna manera… Se siente
como pájaro pleno de lluvia…,
con el peso de todos los siglos…,
como nada abocada a la nada…
Y es que ella acaricia a sabiendas
de que luego le toca la jaula…,
pronunciarse con intimidades,
que resuenan en el calendario
con metálico son de barrotes.
Y es que ella…, es así…;
y así la quiero…
3 8
Porque hueles a brisa, siento
que te llevas el mar al irte.
41
Prefiero que te vistas de esperanza,
aunque quizá la pierda yo más tarde,
veloz detrás de ti;
que te muevas, en fin, voluntariosa
y ansiosa de escribir tu propia historia.
Tenemos que encontrar, tras el naufragio,
un parecer de costa,
al menos para ti,
donde prosigas dando cuerda al tiempo.
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