«Es muy raro el mes que no sale a la luz orientadora de la desinformación española, que tal o cual venerado cura, le ha estropeado la vida a gentes jóvenes»
Las crancas caminaban bajo las limpias aguas del Mar Menor, más limpias que el cajón de las perras públicas controladas por el presunto en todo, pepé, aquellas crancas que las que tenían sobre su caparazón señales del paso del tiempo, llamábamos las crancas peludas, y eran un tesoro infantil en unos tiempos cambiantes, donde apareció la marcha social hacia atrás, y un político podía convertir el agua en vino, porque el franquismo siguió, y sigue, caminando como las mentadas crancas.
Es muy raro el mes que no sale a la luz orientadora de la desinformación española, que tal o cual venerado cura, le ha estropeado la vida a gentes jóvenes, incluso a niños y niñas, sin que el delito acabe más allá de un traslado de parroquia, con mercancía nueva para esos depredadores infantiles.
Corriendo el año de 1.976, es decir, ayer, se cerró en Zamora la cárcel para curas y religiosos en general, que no eran partidarios del franquismo; todo en un caminar de crancas democráticas hacia atrás ahora, que empareja en las bartolinas a los roba limones con aquellos que han destrozado vidas enteras con la pedofobia, delitos totalmente diferentes que es una marcha hacia atrás y una debilidad social ante el delito.
La cárcel de Zamora, era una cárcel concordataria; pero que, en el denominado concordato entre el hacedor de viudas Franco, solamente se cumple la parte española, en lo referente al dinero y a los privilegios cada vez más acentuados en la miríada de súbditos vaticanos, que según fuentes económicas, es el país más rico del mundo y el menos solidario.
Cuentan que por culpa de haber nacido Napoleón, más de diez millones de personas murieron porque él lograra su ambición e ser el amo del mundo alcanzar su poderío. Con Franco y el clero vaticano, en esta España rara, donde un juzgado es una taifa, murieron menos; pero más de un millón de muertos por alcanzar sus egoísmos, el sueldo y los escalafones, todos puestos en fila, tendidos sobre el suelo, no creo que sea algo necesario para cubrir ambiciones personales y sea un mandato de los dioses.
De siempre ha habido ‘destrozavidas’ en aquellos centros donde tienen la desgracia de caer algunos niños y niñas. Pero, para no ser crancas peludas socialmente, aquellos centros donde se sepa que ha habido gente desviada, no debería de estar abierto ni un minuto más.
En aquellos años cundo caminábamos hacia el sol, el delito más grave era el no estar conforme con el fusilamiento al amanecer, y todos los demás eran pelufas de cañas volando. Y dentro de un mundo sórdido, sin color, ni en blanco y negro, el clero masculino y femenino eran los guardianes de las dos minas de gentes frescas, hombres y mujeres donde detrás de las tapias se quedaba todo aislado del conocimiento. Lugares donde pastaban a placer los desviados sexuales.
Las crancas peludas, al menos, saben caminar hacia atrás; pero, personalmente cuando me entero de todos esos desvíos, que en Murcia tienen más de gracia que de delito, me pregunto por qué los políticos españoles le tienen tanto miedo a los curas.
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