«Mientras usted vive en su burbuja, la Región colecciona pobreza, espera y resignación a ritmo de propaganda«

Imagino que vivir en una cuadriga presidencial, tocando la guitarra en la zona VIP del “Miras Fest”, rodeado de asesores de eslogan fácil y powerpoints de colores, debe ser cómodo. Pero fuera de ese decorado, señor López Miras, la Región de Murcia real es una tragicomedia. Y no precisamente de las que se llenan de likes en su Instagram institucional.
Dicen que las mejores mentiras son las que uno mismo se acaba creyendo. Aquí, la narrativa oficial es que Murcia es “la mejor tierra del mundo”, el paraíso del emprendimiento y la convivencia. Pura magia. Pero la realidad no cuela ya ni con tres capas de maquillaje mediático: la Región va de burbuja en burbuja y de autoengaño en autoengaño, mientras la mayoría juega a la ruleta rusa de la precariedad.
“Prosperidad”: el chiste se cuenta solo
Vamos con los números que no salen en los vídeos del Gobierno regional: uno de cada tres murcianos, en riesgo de pobreza. Sí, uno de cada tres. Pero seguro que la estadística baja si solo cuentan asistentes a galas, procesiones oficiales y banderitas al viento. Más de 122.000 niños y niñas con frío, hambre y futuro hipotecado. Familias enteras que, si por ellas fuera, romperían a gorrazos la dichosa burbuja para ver si dentro hay algo más que aire y promesas.
¿El trabajo dignifica? Claro, siempre que no toque vivir con contratos de fin de semana y nóminas más delgadas que la línea argumental de algunos discursos en la Asamblea. El 42% de los currantes murcianos cobra por debajo del salario mínimo. ¿No le llegan los datos? Igual tampoco le llega la cobertura en según qué zonas, esas que no pisan ni las furgonetas de campaña.
¿Y qué decir del paro juvenil? Rozamos el 32%. Si ser joven en Murcia fuera un videojuego, la pantalla de “Game Over” estaría encendida nada más crear personaje. Pero, eh, si lo pintamos con colores corporativos y le metemos un hashtag molón, igual parece menos grave.
La sanidad murciana: haga cola y tenga paciencia (mucha)
Vamos al hospital, que para eso lo pagamos. Bueno, lo pagamos… y lo esperamos. Porque aquí, la salud no es un derecho, es un test de paciencia y fe. Más de 100.000 personas en listas de espera y récords históricos que solo baten los días de retraso en una cita médica. Si usted no espera nunca, será porque tiene pase VIP, ese que no se sortea en los centros de salud.
Cerrar consultorios, cerrar plantas hospitalarias, cerrar servicios… y abrir la puerta grande a la sanidad privada. Un negocio redondo para unos pocos y un círculo vicioso para el resto. Porque si quieres ver a un especialista, primero tienes que rezar, después hacer cola, y al final, si llegas, igual te has curado tú solo. Y si no, siempre puede echarle la culpa a Pedro Sánchez.
Mayores y dependencia: “no llame, que ya le avisaremos”
Tener la suerte de envejecer en Murcia se ha convertido en un deporte de riesgo. Más de 12.000 personas esperan una ayuda que nunca llega. El año pasado, casi 1.400 murcianos murieron en la sala de espera social, sin plaza, sin apoyo, sin nadie que les devuelva una pizca de lo que aportaron. Pero si preguntas en rueda de prensa, seguro que sacan una estadística que hace “aplausómetro” y todo arreglado.
Mientras, las residencias públicas son un unicornio administrativo, la dependencia es un laberinto y la respuesta del Gobierno, una lista interminable de excusas. Pero oiga, para las fotos con mayores en eventos de premio, siempre hay tiempo.
Juventud murciana: la generación “resignada”
¿Emancipación? ¿Futuro? ¿Vivienda? No fastidie. Aquí el bono joven es una carta de amor que nunca llega, las viviendas públicas existen solo en los renders y los alquileres suben más rápido que las promesas electorales. El 0,21% de los jóvenes han accedido al aval estrella. El otro 99,8% sigue de okupa… en casa de sus padres.
Total, si se cansan, pueden hacer las maletas. Y si se quedan, a sobrevivir con contratos basura, becas Erasmus ridículas y una educación pública cada vez más “low cost”: aulas con más calor que una balsa de Marchena y profesores exprimiendo recursos hasta el infinito.
Mar Menor: el Titanic de la política murciana
El Mar Menor es el cadáver más famoso de la Región. Un ecosistema convertido en meme internacional mientras el Gobierno de la Región y Vox juegan al “yo no he sido”. Ahora, ni proteger la laguna es consensuado: prefieren debilitar la ley, dar cheques en blanco a los de siempre y seguir vendiendo la moto mientras la laguna agoniza. Al final, ni la culpa será suya; será de Madrid, de Bruselas, de la UNESCO o del demonio del cambio climático.
La cultura del ‘y tú más’ y el pacto de la resignación
La política regional ya no es ni culebrón: es teatro de guiñol. PP y Vox, de la mano, suprimen concejalías de Igualdad, borran el colectivo LGTBI del mapa presupuestario y hasta se permiten eliminar la financiación a sindicatos y patronal. ¿Diálogo social? Mejor un karaoke de monólogos. ¿Cohesión territorial? Murcia, Cartagena y Lorca, cada uno a su bola. Y así seguimos, con el discurso de la centralidad hecho trizas y la Región fragmentada en mil agravios.
La financiación autonómica es la excusa universal: todo es culpa del modelo, de Madrid, de Cataluña y del “centralismo”. El problema nunca es de aquí, nunca es de mala gestión ni de despilfarro. Aquí la responsabilidad se sube a la cuadriga, coge la guitarra y se va de festival.
Conclusión: menos burbuja, más botas de barro
Señor López Miras, le invito —con todo el cariño— a bajarse de la cuadriga, guardarse la guitarra y pisar el barro de la Región de Murcia. Salga del decorado, siéntese en una sala de espera de hospital, intente pedir cita en dependencia, busque piso con el salario medio murciano o intente conciliar vida familiar y empleo temporal.
Aquí fuera, la vida no se parece a sus vídeos, ni a los trending topics que sus asesores mueven en redes. Aquí fuera, la gente sobrevive, se indigna, llora y, por suerte, empieza a perder el miedo y la resignación. Porque, aunque ustedes insistan en que esto es lo que hay, la Región real —la de los de abajo, la de los que pagan y no salen en las fotos— no va a resignarse.
No es una cuestión de ideología. Es cuestión de dignidad. De no aceptar que se normalice el sufrimiento, la pobreza, el abandono, el deterioro y la falta de proyecto. De exigir un Gobierno que escuche, que reconozca errores, que deje de buscar enemigos externos y empiece a buscar soluciones aquí, en el barro, entre la gente de verdad.
Quizá, algún día, su burbuja estalle y entienda por fin de qué hablamos. Hasta entonces, aquí seguimos, sacando la cabeza del agua (o del lodo del Mar Menor), repitiendo alto y claro: Otra Región de Murcia es posible. Y no nos vamos a resignar.
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