Un cuestionario ciudadano de Por Un Mar Vivo sitúa la media del Mar Menor en 49/100 y detecta fuertes contrastes entre orillas

El colectivo Por Un Mar Vivo ha presentado los resultados de un ejercicio de ciencia ciudadana que, durante este verano, ha pulsado el estado real de baño y biodiversidad en el Mar Menor a partir de la experiencia directa de sus seguidores con gafas y tubo. La iniciativa, que el colectivo realiza desde hace dos años, confirma que de una playa a otra —e incluso dentro de la misma playa— pueden darse diferencias muy marcadas en visibilidad, presencia de fauna, fango y basura. En esta edición, 100 personas participaron entre el 1 de julio y el 15 de septiembre, registrando 38 playas de la laguna y aportando observaciones cualitativas que ahora se sistematizan en un ranking y un mapa orientativo del estado de las zonas de baño.
Metodología y alcance del cuestionario
El planteamiento ha sido deliberadamente sencillo para facilitar una participación amplia, pero rigurosa. El cuestionario —abierto también a menores, aunque finalmente solo respondieron adultos— recogía datos observables en una inmersión básica de snorkel: presencia de peces, localización de especies protegidas (como caballitos de mar o nacras, en cuyo caso se comunicó a la Asociación Hippocampus para su registro), tipo de algas, cantidad de fango, visibilidad del agua, estado de la arena y presencia de basura. Con estos parámetros se elaboró una puntuación final ponderada, penalizando especialmente la basura y el fango por su impacto directo en la calidad del baño y en la salud del ecosistema.
No todos los formularios fueron validados: se descartaron aquellos con datos incompletos o que se referían a playas que no pertenecen realmente al Mar Menor. La organización subraya que los resultados no pretenden sustituir mediciones oficiales, sino aportar una “foto” ciudadana, comparable año a año, sobre aspectos que los bañistas perciben con facilidad y que resultan clave para la experiencia de ocio y para tomar conciencia del estado de la laguna.
El análisis se acompaña de un mapa (figura 1) que codifica en rojo las peores playas, en amarillo las más variables y en verde las que presentan mejor estado, según las respuestas recibidas. Ese mapa revela un patrón claro: la zona oeste del Mar Menor concentra, en general, las peores valoraciones —escasez de fauna, baja visibilidad y abundancia de basura y fango negro maloliente—, mientras que en La Manga predominan playas mejor puntuadas, con mayor probabilidad de observar caballitos de mar y de disfrutar de un baño más agradable. Aun así, Por Un Mar Vivo insiste en la casuística local: por la geografía de la costa, las corrientes y factores como la cercanía a la rambla del Albujón, dentro de cada sector pueden aparecer “islas” de buen o mal estado, de modo que no cabe hablar de áreas homogéneamente “buenas” o “malas”.
Las mejores playas según los encuestados
Las puntuaciones más altas se concentran, mayoritariamente, en La Manga, con algunas excepciones en la ribera sur. Encabeza la lista la Playa de Puerto Bello (La Manga, junto al hotel Cavanna), con 84/100, seguida muy de cerca por Veneziola (final de La Manga), con 83/100. En tercer lugar aparece Punta Calera (Los Alcázares), con 80/100, a la que siguen la playa del km 11 de La Manga, cerca de Matas Gordas, con 79/100, y Mar de Cristal, con 78/100.
Más allá de la cifra, estas posiciones reflejan una combinación de factores mejor valorados por los encuestados: aguas con mayor transparencia, menor carga de fango blando en el primer metro de columna de agua, menor presencia de residuos y, en términos generales, más observaciones de peces y praderas de Cymodocea nodosa. En algunas de estas zonas, además, se notificaron avistamientos de caballitos de mar y nacras, comunicaciones que Por Un Mar Vivo canalizó a la Asociación Hippocampus, entidad que mantiene un registro colaborativo de estas especies emblemáticas de la laguna.
El colectivo recuerda que la percepción positiva no excluye variabilidad: un cambio de viento, un episodio de aportes o un repunte de algas flotantes puede degradar puntualmente la experiencia de baño. Por ello, recomiendan a los usuarios “mover la toalla”: a veces, a veinte metros, cambia por completo el panorama.
Las peores zonas y el patrón detectado: suspenso global y focos críticos
En el extremo opuesto, la playa de Bahía Bella (también conocida como la playa del Carmolí) obtiene 0/100, situándose como la peor valorada del Mar Menor en este ejercicio. Los participantes describen olor intenso a huevos podridos —compatible con emanaciones de sulfhídrico por descomposición de algas—, acumulaciones de fango que superan medio metro de profundidad junto a la orilla y, según algunos encuestados, incluso más de un metro dentro del agua, además de práctica ausencia de vida observable. El colectivo precisa que el humedal del Carmolí no se incluye en la comparación porque no hay playa y el baño es imposible y peligroso.
Tras Bahía Bella, el listado de bajas puntuaciones incluye la Playa del Carrión (Los Alcázares) con 2/100, Cala del Pino (La Manga) con 17/100, Playa Colón (Santiago de la Ribera) con 20/100, Playa de Los Urrutias con 25/100 y Playa Villananitos (San Pedro del Pinatar) con 28/100. En estas localizaciones, las respuestas se repiten en el diagnóstico: suciedad visible, acumulación diaria de kilos de algas flotantes —síntoma de un ecosistema eutrofizado según los participantes—, fango negro y baja transparencia.
El promedio global del ejercicio arroja 49/100, un “suspenso” muy próximo al aprobado que, en palabras del colectivo, recuerda la definición del profesor Ángel Pérez-Ruzafa sobre el Mar Menor como un ecosistema en “equilibrio inestable”. Algunas playas muestran indicios ligeros de recuperación, con más praderas de fanerógamas, peces y avistamientos puntuales de especies sensibles, pero en la mayoría apenas hay cambios o incluso empeoran respecto a años anteriores por abandono, basura, algas flotantes y fango. Ese equilibrio volátil, trasladan, obliga a mirar la laguna con “mapa de detalle”, sin generalizaciones complacientes ni estigmas absolutos por zonas.
A la luz de los resultados, Por Un Mar Vivo reitera que su herramienta no sustituye a los controles científico-técnicos, pero complementa la foto oficial con lo que ve y siente quien se pone unas gafas y entra al agua. Y, sobre todo, orienta decisiones prácticas del veraneante: si una zona está cargada de fango o residuos, buscar unos metros más allá puede marcar la diferencia entre un mal baño y un rato agradable.
Como nota final, la organización agradece la alta participación y confirma que repetirá el estudio el próximo verano, incorporando todas las observaciones remitidas —en análisis aún en curso— para afinar el mapa y comparar tendencias. Mientras tanto, el consejo es claro: si tu playa no convence, muévete un poco. En el Mar Menor, la microgeografía manda y, a muy poca distancia, puede aparecer ese pequeño paraíso que muchos encuestados siguieron encontrando este verano.
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