«Con excepción clara y contundente, las ciudades españolas se han quedado para que vivan bien los patriotas, mientras que los españoles, con el pago del alquiler, la hipoteca y demás cascabeles ciudadanos van camino de una pobreza que nos tiene ahogados»
Creo, sinceramente, que en España, al módico precio como siempre, se deberían de expender dos tipos de Canet, de D.N.I.; uno para los buenos patriotas ciudadanos, con los cantos en oro puro, para gente del estilo por ejemplo del Lorzas y todo el elenco patriótico que lo rodea, y otro modelo de plástico, del mismo que se utiliza para fabricar los preservativos, para los que vivimos de nuestro trabajo y no llevamos el noble título actual de patriotas, sustituto del señor de horca, pernada y cuchillo medieval.
Los sueños patrióticos de servirse de lo que es suyo; de la patria, es una escala social lograda en la cortijá murciana, sin ir más lejos, en la que los patriotas pueden vivir del cuento, vivir y robar por encima de todas las leyes, y enterarse por la prensa de que son unos simpáticos granujas; pero gozando de un impunidad y cantidad que ya produce verdadero pavor.
Los patriotas ciudadanos a los que el campo les produce sarpullido simplemente con verlo, ronroneando como gatos cuando sueñan con ratones, el denominador común cuando le hacen una entrevista a los españoles que todavía quedan en los pueblos sin patria, intentan en las entrevistas glosar la valentía que por miles de años ha mantenido como vivencia las gentes cuyas casas las elevaron en los campos, junto, por ejemplo, a un riachuelo de aguas frescas y cantarinas.
Y dentro de esa apología ciudadana, micrófono en mano, se glosa la gran noticia de que los pisos en las ciudades han bajado de precio un uno por ciento, y la calidad de vida que es vivir en un cuarto o quinto piso sin ascensor, o a mayor altura y llegas con la compra y se ha roto el ascensor.
Con excepción clara y contundente, las ciudades españolas se han quedado para que vivan bien los patriotas, mientras que los españoles, con el pago del alquiler, la hipoteca y demás cascabeles ciudadanos, en su inmensa mayoría vamos, cada día que pasa más, camino de una pobreza que nos tiene ahogados, lleneticos de drogas, y de bares para nadar sobre el alcohol en cuanto se puede.
La vida en el campo ha funcionado, sin ser un paraíso; pero con menos inconvenientes que las ciudades, por miles de años, mientras que las ciudades, los patriotas, fue algo que empezó como de broma unos pocos de siglo atrás, y ya ocupan un estadio de egoísmo social a todos los niveles, que así como en el campo, pensando con la cabeza se pueden acomodar muchas vidas, ya tenemos aquí en España ciudades en las que aunque te deslomes trabajando eres un pobre de solemnidad.
Como el granero de patriotas suelen ser la función de funcionarios sin función, habría que empezar a descentralizar y colocar los graneros patrióticos en los campos; en aquellos lugares comarcales, que sabemos que la vida ha funcionado por siglos, mientras que muchas ciudades se han cercado con unas murallas de gastos obligatorios, que ni con aceite hirviendo, se van a despejar sus murallas insolidarias y envejecidas sin retallos.
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