Emergencias 112 en tensión

Emergencias 112 en tensión
Emergencias 112 en tensión

«El 112 de la Región de Murcia soporta una carga extraordinaria mientras el Gobierno regional mantiene la indiferencia institucional ante las emergencias«

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Desde el viernes, la Región de Murcia vive los embates de la DANA “Alice”, que ha dejado lluvias torrenciales, inundaciones y cortes de vías en varios municipios. Pese a la adversidad meteorológica, el servicio de emergencias 112 ha estado al pie del cañón, absorbiendo el alud de llamadas con recursos insuficientes. No responde milagrosamente por decisión política, sino por el compromiso personal de quienes lo atienden.

La tormenta como prueba de fuego

Cuando una depresión aislada en niveles altos atraviesa la región, la naturaleza no espera permisos ni planes estratégicos. Las lluvias de la DANA Alice han activado avisos rojos para el Campo de Cartagena y Mazarrón, con acumulaciones que podrían superar finalmente los 180 litros por metro cuadrado en 12 horas. Los servicios de emergencia reportaron que entre jueves y viernes se gestionaron más de 240 incidencias vinculadas al temporal: achiques de agua en viviendas, obstrucciones en la vía pública y cortes viales.

En comportamientos normales, estas emergencias también colapsarían los sistemas menos robustos. Pero aquí estamos hablando del 112 regional: un engranaje que debe funcionar con solvencia bajo presión. Para quienes trabajan ahí, la DANA ha sido un examen casi brutal: decenas de intervenciones simultáneas, saturación de líneas y decisiones críticas minuto a minuto. Y lo han sorteado sin quejarse en público, sin discursos épicos, solo respondiendo.

Emergencias 112 en tensión
Efectos de la Dana Alice en la zona de Cartagena

La tensión no nace hoy, pero adquiere visibilidad

Muchos datos recientes lo confirman: en septiembre se superó el 1,20 % de llamadas perdidas, situándose en 1,47 %. Significa que algunas llamadas se quedaron sin respuesta —una cifra pequeña en porcentaje, pero insoportable en servicio esencial. Y la letra pequeña de ese porcentaje está llena de rostros: personas atrapadas, inundaciones, electros que fallan, accesos bloqueados. Esos momentos de crisis exponen la fragilidad de una red que funciona por inercia humana, no por solidez institucional.

El sistema no falla por falta de vocación; falla por falta de estructura. Los profesionales siguen adelante, porque no tienen alternativa. Cuando se satura una línea, ellos hacen doblete. Cuando falta coordinador, no se extraña: se improvisa. Cuando un contrato está al borde, se sobrevive día a día. En definitiva: el 112 en la Región de Murcia hoy no colapsa, pero está permanentemente en tensión. Y esa tensión es el coste que paga la gente silenciosa que atiende emergencias.

La administración que mira hacia otro lado

El gobierno regional ha respondido con promesas vacías y silencios prolongados. En vez de un plan B sólido ante la culminación del contrato con la empresa actual, lo más probable es que repita la práctica de prórrogas forzosas. Es decir: que quien hoy dice que no seguirá al frente del servicio, mañana siga haciéndolo por decreto. No hay anuncio de refuerzos ni plan de contingencia real. No existe un proceso público para recuperar la gestión directa ni para transitar hacia nuevos modelos.

Lo dicho durante la legislatura (modernización, fortalecimiento del 112, mayor dotación) convive con esta pasividad: son promesas que no resisten la tormenta. Mientras tanto, el personal continúa manteniendo el servicio funcionando, incluso cuando las lluvias lo azotan. Y no por decisión de quien gobierna, sino por profesionalidad pura y dura. Que el gestor público no lo olvide: esa es la verdadera diferencia entre Gobierno y administración.

El valor de quienes nunca cuelgan el teléfono

No hay cifra que mida la calma con la que una operadora guía a alguien atrapado en un coche bajo la lluvia, ni estadística que refleje el temblor contenido de quien escucha gritos y, aun así, mantiene la voz firme. En el 112, cada llamada es una historia suspendida en segundos, una batalla invisible que casi siempre termina bien gracias a quienes están detrás del auricular.

Esa es la realidad que el Gobierno regional parece no querer mirar: que el servicio sigue funcionando a pesar de su falta de gestión, no gracias a ella. Que la dedicación de los trabajadores tapa las grietas de un sistema que se sostiene por vocación, no por política pública. Mientras los comunicados oficiales se llenan de autocomplacencia, ellos siguen allí, agotados pero en pie, salvando vidas sin saber si mañana tendrán un contrato renovado, un refuerzo en el turno o una simple palabra de respaldo institucional.

El Gobierno de Fernando López Miras aún está a tiempo de rectificar, de dejar de confundir silencio con eficiencia y de entender que la emergencia no está en la línea de teléfono, sino en los despachos donde nunca se contesta. Porque cada día que pasa sin soluciones, cada turno que se cumple sin refuerzo, cada noche que termina con las luces del 112 encendidas, la verdadera heroicidad la siguen firmando quienes nunca cuelgan el teléfono.

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